jueves, 1 de enero de 2009

El poder del kiai

De: sensei_sho (Mensaje original) Enviado: 06/10/2005 09:26 p.m.




Un Maestro enseñaba su arte en una ciudad y su reputación era tan inmensa, que los demás profesores se encontraban sin discípulos.
Un joven experto fue la escuela del Maestro con el fin de “terminar con su reinado” y establecer ahí su academia. Al llegar un anciano le abrió la puerta y le preguntó que deseaba. El joven anuncio sin dudar su intención. El anciano, visiblemente contrariado, le explicó que esa idea era un suicidio ya que la eficacia del Maestro era temible. El joven experto, con el fin de impresionar al viejo, tomó una tabla de madera que andaba por allí y de un rodillazo la partió en dos.

El anciano permaneció imperturbable.

El visitante insistió de nuevo en combatir con el Maestro, amenazando con romperlo todo para demostrar su determinación y sus capacidades. El buen anciano le rogó al joven que esperara un momento y desapa­reció al interior. Poco tiempo después volvió con un enorme trozo de bambú en la mano. Se lo dio al joven y le dijo: - El Maestro tiene la costumbre do romper de un golpe los bambúes de este grosor.

No puede tornar en serio su petición si usted no es capaz de hacer lo mismo, el joven trató romperlo pero no pudo, entonces el anciano le aconsejó que abandonará su intención.

El joven cabizbajo se retiró.

Dos años después, el joven apareció otra vez lleno de confianza en sí mismo por su entrenamiento intensivo. Tocó la puerta y fue recibido por el mismo anciano. El joven exigió que le trajeran uno de esos famosos bambúes de la prueba y se concentró durante algunos segundos y de un golpe lo rompió. Con una gran sonrisa de satisfacción se volvió hacia el frágil anciano. Este le declaró un poco molesto:

-Decididamente soy imperdonable, creo que he olvidado precisar un detalle: El Maestro rompe el bambú... pero sin tocarlo. El joven, fuera de sí, contestó que no creía en las proezas de este Maestro cuya simple existencia no había podido siquiera verificar. En ese momento el anciano tomó un bambú y lo ató a una cuerda que colgaba del techo, después de haber respirado profundamente y, sin quitar los ojos del bambú lanzó un grito al mismo tiempo que un golpe de sable (con la mano) hendió el aire y se detuvo a 5 cm. del bambú, mismo que saltó en pedazos.

El experto se quedó durante varios minutos sin poder decir una palabra, estaba petrificado. Por último, pidió humildemente perdón al anciano Maestro por su odioso comportamiento y le rogó que lo aceptara como discípulo.

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